18 de febrero de 2013

SALIR DEL POST-COLONIALISMO

¿Podríamos por fin salir del post-colonialismo y dejar de infantilizar/infravalorar a los africanos?

Hoy, una vez más mi atención ha sido atraída por los tweets de observadores occidentales haciendo apología del éxito de un país africano cuyo balance en materia de desarrollo económico es indiscutiblemente bueno, pero cuyo balance en materia de derechos humanos es incontestablemente catastrófico. Digo “una vez más”, porque ¿quién no ha leído del mismo modo en su momento las apologías del dictador etíope Meles Zenawi, o más aún las del antiguo presidente tunecino?

Sinceramente, no entiendo cómo este tipo de comentarios no suscitan más indignación
en pleno siglo XXI. ¿Debe entenderse que esos “pequeños africanos” no son capaces de conseguir a la vez la democracia, el desarrollo económico y el respeto por los derechos humanos, tal como lo hacen numerosos países occidentales? Esos comentaristas supuestamente bienpensantes harían bien en revisar sus escritos con el prisma de la historia. También harían bien en preguntarse si aceptarían una situación tal en sus propios países.

¿Hace falta recordar que el propio principio fundador del colonialismo era el considerar a los africanos como seres inferiores incapaces de tomar su destino entre sus manos? ¿Que finalmente, en su gran bondad, los países colonizadores podían al menos aportarles un desarrollo económico, al precio de violaciones de sus derechos humanos sin ninguna limitación? Los observadores “bienpensantes” no hacen más que perpetuar este sistema de pensamiento surgido del colonialismo.

Mi crítica vale igualmente para los dictadores africanos que con su política contribuyen a perpetuar este sistema. ¿Hay que recordarles que la democracia finalmente no es más que el reconocimiento de la capacidad de los individuos de decidir ellos mismos lo que es mejor para su destino? Al dar continuidad a este sistema de desarrollo económico en detrimento de consideraciones humanas, esos dictadores, a menudo oficialmente chantres del panafricanismo (véase el flagrante ejemplo de Meles) no hacen más que perpetuar el sistema colonial en sus países, en adelante independientes, al menos sobre el papel. Cuando dicen sin ninguna vergüenza “mi pueblo no está preparado para la democracia”, ¿no se dan cuenta de que los colonos decían lo mismo de los africanos, palabra por palabra, hace 60 años?

¿No es ya el momento de hacerse las preguntas adecuadas, tales como?:

-  ¿A quién benefician unos estados africanos prósperos y desprovistos de cualquier consideración democrática o humana?

-  ¿A quién perjudicarían unas poblaciones africanas capaces de tomar decisiones y de decidir sobre el futuro de su país de manera independiente, sin tomar en cuenta consideraciones económicas dictadas por el Banco Mundial y el FMI?

Mi respuesta personal no tiene apelativo: a Occidente. No tendría nada en contra si ello también beneficiase a las propias poblaciones africanas. Desgraciadamente, de eso no hay nada, o tan poco en comparación.

Nunca lograremos salir del post-colonialismo en África mientras este balance entre los resultados económicos y humanos heredado del colonialismo no sea revisado, véase abolido. Nunca daremos a África y a sus poblaciones las ambiciones que se merecen mientras los países citados como ejemplo sean Etiopía, Uganda, Túnez (antes) u otros, y no ejemplos más llamativos (tanto a nivel económico como político y humano) pero menos mediatizados como Ghana. En efecto, este país ha demostrado que contrariamente a lo que nuestros “bienpensantes” observadores occidentales y ciertos dictadores dan a entender, África y los africanos son ampliamente capaces de triunfar en todos los frentes al mismo tiempo. Finalmente, ¿los dictadores africanos así como los observadores occidentales, 50 años después del colonialismo, podrían poner en hora nuestros valores y referencias? ¡Es más que urgente!

Publicado en el blog “Change in Africa, a changing DRCongo”, el 18 de enero de 2013.
Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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